Destructores de culturas y civilizaciones

 


Desde las costas de arenas blancas y amarillas, desde los barrancos rojizos y las selváticas playas vieron llegar las naves.  Colosales estructuras de madera flotantes, impulsadas por los vientos que desde el este se acercaban acechantes sobres las tierras incivilizadas del oeste.  Ellos trían consigo lo mejor de la humanidad, traían la tecnología que los nativos, algo más que simples bestias, no llegarían jamás a desarrollar, traían la Verdad del único Dios, traían el poder, las ansias de gloria, el deseo irrefrenable de poseer más, incluso aquello que no fue hecho para ser poseído.

Desde las acostas de arenas blancas y amarillas, desde los barrancos rojizos y las selváticas playas vieron llegar la destrucción sus culturas y sus civilizaciones, de sus deidades, de sus historias, de la riqueza de sus almas, de la su unión con el espíritu de la madre tierra.  Desde el este llegó el horror que pretendía poseer aquello que no había sido hecho para ser poseído.

Y lucharon, los fieros guerreros lucharon tanto como les fue posibles, los chamanes invocaron a los espíritus del jaguar, el fuego y los vientos y muchas veces estos los ayudaron, y muchas veces estos les permitieron ganar las batallas.  Aunque al final, al final el horror logró instalarse, logró vencer al guerrero, al jaguar, al águila, al viento y al fuego.  El Dios único venció y castigó a la serpiente emplumada, a la madre tierra en las manos de sus sádicos hijos y así, las gentes del oeste lograron poseer lo que no había sido creado para ser poseído.  Y así el hombre poseyó al hombre, lo volvió objeto, lo transformó en mercancía, en animal de tiro, en divertimento, en exótica joya para ser exhibida en tierra ajena y lejana.  Violó y profanó dejándose llevar por sus más bajos deseos incluso actuando en contra de lo que el Dios único decía debía hacerse.  Así la barbarie del oeste civilizó a las civilizaciones del este y así la conquista y masacre de pueblos enteros acabó con ricas culturas y civilizaciones, con sus secretos, con sus conocimientos, con sus increíble conexión con el espíritu de la tierra y así el hombre se perdió en un camino incierto, que torció su rumbo tan sólo por el hecho de querer cada vez más.


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